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sábado, septiembre 15, 2007

Derecho a la verdad y deber de responsabilidad

DERECHO A LA INFORMACION
Toda persona humana tiene un derecho natural a la verdad como exigencia del instinto propio de la inteligencia. Pero el individuo no siempre puede ejercer ese derecho ni satisfacer esa necesidad por sí mismo; debe, pues, la sociedad proporcionar Javier Úbeda Ibáñez 13/09/2007los profesionales responsables y competentes capaces de dar respuesta adecuada a la exigencia de verdad. La profesión del comunicador y del informador encuentra su justificación en ese derecho natural de la persona humana a la verdad, que, por lo general, no puede encontrar por sí sola. En este derecho a la verdad hinca sus raíces el derecho a ser informado o exigir información, y tiene como correlato el deber de los informadores que gozan de la honestidad y de la competencia profesional para cumplirlo. Si la salud de la información es la verdad, la mentira y el engaño es su enfermedad.

Ahora bien, ¿cómo podría definirse la verdad informativa? Admitamos que como adecuación de la mente del emisor, del informante a la realidad social específica en donde se ha producido la información. Es decir, un periódico ha de reproducir fielmente la noticia y, si manifiesta su opinión sobre la misma, debe hacerlo con rigor y honestidad. El drama fundamental del hombre hoy día no es el drama de la bondad o la malicia. La verdadera batalla ha de librarse entre la verdad y la mentira. Jean-François Revel escribió hace unos años, en su obra El conocimiento inútil, que la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira. Revel continúa diciendo que el público tiende a considerar la mala fe como una segunda naturaleza en la mayoría de los individuos cuya misión es informar, dirigir, pensar, hablar, y que quienes recogen la información parecen tener como preocupación dominante el falsificarla, mientras que los que la reciben, la de eludirla.

Actualmente, los medios de comunicación social dominan, oprimen, censuran, mienten y falsifican. Está ausente en ellos una ética profesional; se echa en falta cierta dosis de humanismo en el comunicador; al contrario, predomina un profesionalismo exagerado y a ultranza. El gran drama del informador es que, a fuerza de buscar una supuesta verdad, destruyen de un plumazo, y nunca mejor dicho, la realidad. La comunicación-información por oposición a la comunicación-desinformación ha de generar una imagen en consonancia con la realidad y con la Historia, alejándose de lo ficticio y de lo falso. Sin verdad, no es posible el conocimiento genuino, ni la convivencia humana. La verdad es contraria a ese aserto del periodismo de que la realidad no debe estropear una buena noticia.

Tradicionalmente, los profesionales de la información tenían como finalidad su independencia, que servía como salvaguarda de su objetividad a la hora de desarrollar su actividad periodística. Hoy, desgraciadamente, la profesión informativa se encuentra en connivencia con el poder político y el poder económico. Los medios de comunicación conciertan alianzas con el mundo empresarial y de las finanzas. Ello contribuye a convertir la información en un asunto exclusivamente mercantil y a alejarla de los intereses del público. Se va extendiendo así la desconfianza hacia los profesionales de los medios de comunicación, que cada día son más parciales.

Algunos informadores están sometidos a presiones morales, financieras, ideológicas y políticas. Ante ello, sólo una conciencia ética sólida y vigorosa constituye el mejor antídoto ante las incitaciones a la corrupción. La corrección ética es la mejor defensa de la credibilidad profesional en materia de información. Es la ética profesional la que enseña a los informadores a escuchar y aprender de las críticas del público, así como a defenderse de los poderes políticos y económicos mediante el ejercicio de la legítima libertad de expresión al servicio del bien común. La profesionalidad informativa exige cada vez más conocimientos y más sentido de responsabilidad. La responsabilidad del informador es el ejercicio razonable de la libertad de expresión y es un asunto primordial y específico de la ética. La relación entre competencia profesional y responsabilidad ética es muy estrecha. Sin embargo, no se puede exigir responsabilidad a quienes no son libres.

Una utilización libre y responsable de los medios de comunicación es una utilización ética de los mismos. Los informadores han de estar provistos de dos cualidades esenciales para utilizar correctamente estos instrumentos mediales: la libertad y la responsabilidad, es más, estos dos elementos aparecen como indisolubles, ya que, sin responsabilidad, la libertad puede tornarse en abuso, y la responsabilidad no existe allí donde uno no es libre, sino que actúa con sometimiento o vasallaje hacia otro. La libertad y la responsabilidad en el uso de los medios de comunicación garantizan la salvaguarda de la verdad, la solidaridad y el respeto a la dignidad humana, tres exigencias ineludibles que deben prevalecer en el entorno mediático si no se quiere caer en la desinformación y en la manipulación de la persona, con todo lo que ello puede acarrear de efectos funestos y degradantes.

La cultura medial es una cultura unitaria y avasallante, cada vez más uniforme y dominante, que propugna el consumismo asociado al ocio y al tiempo libre. Precisamente, durante su tiempo libre, el hombre se relaja y adopta una postura de pasividad, haciéndose más permeable a los agentes externos. No puede ignorarse la poderosa influencia que los medios de comunicación ejercen sobre la educación de las personas. En ocasiones, y por desgracia, la prensa, en cualquiera de sus formas, constituye para muchos la única fuente de formación y de instrucción, habiendo arrinconado a los sistemas tradicionales: la familia, la escuela o el entorno religioso. Si continua vigente este dominio manipulador de la información, se corre el riesgo de llegar, como primer paso, a la confusión y al desbarajuste de ideas, y de aquí al desmantelamiento moral y a la amputación de valores éticos. Ello acarreará, si no lo está haciendo ya, consecuencias irreparables en el ámbito de la cultura.

La búsqueda de la verdad indeclinable exige un esfuerzo constante, exige situarse en el adecuado nivel de conocimiento y de selección crítica. No es fácil, lo sabemos bien. Cada hombre lleva consigo sus propias ideas, sus preferencias y hasta sus prejuicios. Pero el responsable de la comunicación no puede escudarse en lo que suele llamarse la imposible objetividad. Si es difícil una objetividad completa y total, no lo es la lucha por dar con la verdad, la decisión de proponer la verdad, la praxis de no manipular la verdad, la actitud de ser incorruptibles ante la verdad. Con la sola guía de una recta conciencia ética, y sin claudicaciones por motivos de falso prestigio, de interés personal, político, económico o de grupo.
Saludos
Rodrigo González Fernández
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