Señor Director:
El martes 21 de julio se exhibió un reportaje del programa Contacto que pone de manifiesto el poco valor que se da, en la práctica, al respeto de la vida privada de las personas, a pesar de que la Constitución lo contemple como un derecho fundamental. El programa de televisión contó con la insospechada colaboración tanto de entidades privadas (concesionarias de autopistas) como de servicios públicos (Municipalidad de Santiago, Carabineros de Chile), para reproducir escenas filmadas por las múltiples cámaras de vigilancia que proliferan en la ciudad de Santiago.
Se trata de un franco y grave atentado a la intimidad de las personas, por mucho que las conductas exhibidas hayan sido captadas en espacios públicos. También en éstos existe una esfera de privacidad. Nadie espera que las conductas que realice en calles, ascensores, plazas o parques puedan ser legítimamente exhibidas por medios masivos a través de la utilización de las cámaras de vigilancia ubicadas en estos lugares, supuestamente para fines de seguridad ciudadana.
Y que no se diga que el programa tenía por objetivo fines de interés público, y no de mera entretención rayana en el voyerismo. El mismo conductor hizo hincapié en que no se trataba de conductas generalizadas, sino que se habían extractado sólo los comportamientos anómalos y episódicos.
Pero el asunto es aún más grave. Las cámaras de vigilancia se justifican sólo en cuanto sean utilizadas como medios para prevenir y controlar la delincuencia. Las imágenes deberían estar accesibles únicamente a los funcionarios que manejan el sistema y a los tribunales de justicia, con deber de confidencialidad respecto de terceros. Los operadores de las cámaras no pueden utilizar su contenido para convertir la ciudad en un gigantesco reality show y conceder el uso de las imágenes, gratuita u onerosamente, a los medios televisivos.
La utilización de las imágenes para propósitos distintos a los que justifican su captación violenta la vida privada y el derecho a la imagen de los ciudadanos, y es censurable tanto ética como jurídicamente.
¿Qué pasaría si lo mismo comienzan a hacer restaurantes, establecimientos educacionales, iglesias, hoteles, condominios, aeropuertos, empresas, en los que se utilizan cada vez más las cámaras de vigilancia? Se haría realidad el macabro eslogan del programa televisivo de ayer: "Sonría, lo estamos grabando".
HERNÁN CORRAL TALCIANI
Profesor de Derecho Civil Universidad de los Andes
Fuente: emol.
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Rodrigo González Fernández
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